Sábado 27 de diciembre de 2025 |
Publicado a las
10:15 | Actualizado a las 10:16
Nuestra Primera Dama
Nuestra Primera Dama
La figura de la Primera Dama en Chile ha sido parte de nuestra historia republicana, al igual que en otros países. Se trata, sin duda, de una función de carácter simbólico, estrechamente vinculada a las características personales de quien acompaña a la primera magistratura. En el registro histórico de las primeras damas, quien encabeza la lista es Nicolasa Valdés, esposa de Mateo de Toro y Zambrano, conde de la Conquista.
Durante gran parte del siglo XX, el rol de la Primera Dama estuvo asociado principalmente a tareas de beneficencia, apoyo social y representación protocolar. En un país marcado por profundas desigualdades, muchas de ellas impulsaron obras sociales, fundaciones e iniciativas solidarias orientadas a responder a necesidades urgentes de la población. De este modo, la figura se consolidó como un puente entre el mundo político y la realidad social del país, especialmente en ámbitos como la infancia, la pobreza y la salud. Un ejemplo temprano de este compromiso fue Juana Aguirre Luco, esposa del Presidente Pedro Aguirre Cerda, quien organizó la denominada Pascua de los Pobres.
Ya en las últimas décadas, el rol fue adquiriendo nuevas expresiones, adaptándose a los desafíos sociales contemporáneos. Durante el gobierno del Presidente Ricardo Lagos, Luisa Durán impulsó la iniciativa Sonrisa de Mujer, orientada a mejorar la autoestima, salud y reinserción social de mujeres en situación de vulnerabilidad. Posteriormente, Cecilia Morel, en los gobiernos del Presidente Sebastián Piñera, lideró el programa Elige Vivir Sano, una política pública de amplio alcance destinada a promover hábitos de vida saludables, prevención de enfermedades y bienestar integral de la población, ampliando el impacto del rol más allá de la asistencia social tradicional.
Durante el gobierno del Presidente Gabriel Boric se generó un debate respecto de la validez de esta función, discusión que se ha reabierto tras el triunfo de José Antonio Kast y la presentación de su esposa, María Pía Adriasola, como futura Primera Dama, especialmente en relación con el hecho de que no se trata de un cargo de elección popular.
Sin embargo, es importante precisar que la ausencia de elección popular no constituye, en sí misma, un atentado contra la democracia ni contra la transparencia. Las democracias modernas se sostienen también sobre múltiples roles no electos como asesores, subsecretarios u otras autoridades designadas, cuya legitimidad no proviene del voto, sino de la clara delimitación de sus atribuciones y de la existencia de mecanismos adecuados de rendición de cuentas.
En definitiva, la validez de la figura de la Primera Dama no radica en su carácter electo o no electo, sino en la manera en que se comprende y se ejerce, como una función simbólica y de acompañamiento que, bien orientada, ha demostrado tener un significativo valor histórico, social y cultural para el país.







