Transporte público y calidad de vida

Transporte público y calidad de vida

Transporte público y calidad de vida
Imagen de contexto | Pexels
Transporte público y calidad de vida
Imagen de contexto | Pexels

Publicado por: Lorena Liewald Dessy

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El transporte público no es solo un medio que nos permite desplazarnos de un punto a otro de la ciudad, es parte de nuestra vida cotidiana por lo que es uno de los factores que inciden que inciden, en nuestra calidad de vida. Desgraciadamente, en nuestra ciudad que se piensa y se proyecta como amigable, turística, sustentable, basta subirse a una micro para advertir una distancia preocupante entre ese relato y la realidad que diariamente debe vivir los valdivianos.

Muchas de las micros que recorren la ciudad evidencian un claro deterioro. Asientos en mal estado, calefacción deficiente en invierno, filtraciones de frío y el ruido constante forman parte del trayecto habitual. Se evidencia, sin duda, la ausencia de condiciones mínimas para quienes dependen del transporte público. A ello se suma que la mayoría de las micros que circulan por la ciudad no cuentan con accesos adecuados. Escalones altos, puertas estrechas y ausencia de rampas hacen que subir o bajar sea una maniobra compleja para personas en silla de ruedas, adultos mayores, personas con bastón o con dificultades de desplazamiento. En muchos casos, simplemente no es posible por lo que la micro pasa de largo o la persona debe depender de la ayuda de terceros.

A ello se suma un rezago que resulta difícil de explicar en pleno siglo XXI, el uso de dinero en efectivo. Mientras en la capital, el pago electrónico no solo agiliza el acceso, sino que entrega seguridad y trazabilidad, en Valdivia tanto los pasajeros como el conductor, aún buscan las monedas lo que se retrasa la marcha y expone tanto a conductores como a pasajeros a situaciones de riesgo. La ausencia de un sistema de pago moderno no es un pequeño detalle técnico, es una señal preocupante de las diferencias entre Santiago y el otro Chile del que nosotros somos parte.

Otro rasgo habitual del viaje es el ingreso de vendedores ambulantes y cantantes. Más allá de las opiniones, lo cierto es que este fenómeno habla de una ciudad donde el transporte público se convierte en escenario de informalidad y precariedad. Para algunos puede ser parte del paisaje urbano, para otros, una fuente de incomodidad, inseguridad y stress. 

Pensar el transporte público es pensar la ciudad que queremos. Valdivia no puede aspirar a mejorar su calidad de vida si normaliza trayectos incómodos, sistemas obsoletos y soluciones improvisadas. Mejorar el sistema de transporte público, no es solo una inversión en movilidad, es una inversión en bienestar, equidad y respeto por el tiempo y la vida cotidiana de sus habitantes y nos permite presentarnos realmente como una ciudad amigable, sustentable e inclusiva.

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