Responsabilidad democrática

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Imagen de contexto | RioenLinea
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Publicado por: Lorena Liewald Dessy

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El pasado 14 de diciembre, vivimos un nuevo proceso electoral que volvió a dar cuenta de la fortaleza de nuestra democracia. Tal como ha ocurrido en otros momentos, la jornada se desarrolló con orden, tranquilidad y con una entrega de resultados rápida, transparente y ampliamente validada por las instituciones correspondientes. En un contexto regional donde los procesos electorales no siempre gozan de plena confianza, nuestro país reafirmó una vez más la solidez de su institucionalidad democrática.

En este marco, resulta llamativo que, pese a la claridad de los resultados y a la amplia diferencia de votos con la que el candidato José Antonio Kast se impuso a la abanderada del oficialismo, hayan surgido cuestionamientos y críticas desde algunos sectores. Más aún cuando estas aprensiones comienzan a proyectarse hacia el período que se iniciará el 11 de marzo de 2026, instalando anticipadamente un clima de desconfianza que no contribuye al fortalecimiento democrático.

Se han escuchado calificativos y advertencias que aluden a escenarios de autoritarismo o regresión democrática respecto de un gobierno que aún no asume y que llega al poder a través de un proceso electoral legítimo, competitivo y debidamente fiscalizado. Este tipo de afirmaciones, además de carecer de sustento, tienden a trivializar conceptos y experiencias históricas complejas, utilizándolos como herramientas de debate coyuntural más que como análisis profundo y crítico del escenario político.

La democracia, conviene recordarlo, no se limita al ejercicio del voto ni a la alternancia en el poder. Supone también la aceptación de los resultados cuando estos no coinciden con las propias preferencias. Perder una elección es parte inherente del sistema democrático, y desconocer o relativizar la voluntad mayoritaria expresada en las urnas no fortalece la democracia, sino que debilita la confianza ciudadana y profundiza la polarización.

Hoy, el desafío central no está en cuestionar una decisión soberana, sino en asumirla con responsabilidad democrática. El nuevo gobierno tendrá el deber de gobernar para todos, respetando el Estado de Derecho, las libertades fundamentales, así como la diversidad y pluralidad. Al mismo tiempo, la oposición cumple un rol esencial cuando ejerce una crítica firme, pero constructiva, orientada al bien común y no a la deslegitimación del sistema.

Solo desde el respeto a las reglas compartidas, la aceptación de las mayorías y una genuina disposición al diálogo será posible enfrentar los desafíos que el país tiene por delante, sin seguir tensionando innecesariamente la convivencia democrática.

Fortalecer nuestra democracia exige confianza, responsabilidad y coherencia. Y ello comienza por respetar la voluntad ciudadana, que, cumpliendo con su principal deber cívico, eligió de manera mayoritaria al próximo presidente de la República de Chile, como es propio de una República democrática.

En este cierre de año, resulta pertinente reafirmar el valor de la responsabilidad democrática como condición para una convivencia política sana. El ciclo que se abre en 2026 demandará altura de miras, respeto institucional y una comprensión madura de la alternancia en el poder. Que el próximo año permita reafirmar estos principios como base indispensable para el desarrollo político e institucional de Chile.

Feliz Navidad y los mejores deseos para cada uno de ustedes y sus familias para el 2026.

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