Elecciones, campañas y calidad de vida

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Imagen de contexto | RioenLinea
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Publicado por: Lorena Liewald Dessy

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Ya sólo estamos a una semana de las elecciones y Valdivia, así como los 4.200 kilómetros de largo de nuestro país se han cubierto de infinidad de letreros la mayoría de ellos, con rostros sonrientes al que se suma algún slogan o promesa.
Una costumbre que se instaló con mucha fuerza en nuestro país a partir de las elecciones presidenciales de 1920. Durante este proceso, el candidato Arturo Alessandri realizó una campaña muy diferente a lo hasta la fecha se había acostumbrado. Durante ella, la canción Cielito lindo, un hit del momento, fue adaptada para la campaña del León de Tarapacá: Va en los brazos de la alianza, cielito lindo, el gran Arturo. Y es natural con esto, Cielito lindo, triunfo seguro. Una marca de fuego, Cielito Lindo, tiene Borgoño: la de creerse libre, Cielito Lindo, y ser pechoño. Ay, Ay, Ay, Ay, Barros Borgoño, aguárdate que Alessandri, Cielito Lindo, te baje el moño[], y la chusma inconsciente tal como él llamada al pueblo de Chile lo favoreció en el proceso eleccionario.

En plazas, esquinas, paredes, en árboles se asoman múltiples promesas. Las calles despiertan invadidas por una multitud de candidatos que sonríen desde el papel, disputándose la atención en medio del estresante tráfico propio del inicio de la jornada. Se incorpora un nuevo elemento al paisaje urbano que, como ya hemos escrito en otro oportunidad se encuentra colapsado afectando la calidad de vida de la comunidad.

La contaminación visual se complementa con la sonora. Dependiendo del momento de la campaña, bocinas, megáfonos y parlantes interrumpen el día a día y seguramente el descanso de algunos.

En nombre de la democracia, se instala esta contaminación que genera una sensación de participación pero que al final del día sólo deja un paisaje urbano sucio.

Los candidatos sin duda deben ser escuchados, pero también hay que escuchar. Ese es quizás,  el primer acto político. El espacio público, ese espacio compartido, del que todos somos partes y en los que todos hacemos consciente o inconscientemente política, se ve capturada por una urgencia del momento: lograr la elección. Y cuando todos gritan, nadie escucha y, por ende, lapropaganda, en su exceso, termina anulando la tan ansiada discusión que pretende iniciar.

Tal vez haya que devolver un poco de silencio a la democracia. No un silencio conformista sino el que permite pensar, mirar, criticar sin el estruendo de la saturación. La voz que nos debiese convencer es aquella que respeta el entorno que la rodea puesto que si nuestros candidatos no son capaces de cuidar el territorio que quieren representar ¿cómo confiar en que sabrán cuidar el país que aspiran a gobernar?

Volviendo al proceso eleccionario de 1920: Ay, Ay, Ay, Ay, […], aguárdate que […], Cielito Lindo, te baje el moño […]

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