Domingo 07 de septiembre de 2025 |
Publicado a las
11:33 | Actualizado a las 11:33
Valdivia y las ciclovías
Valdivia y las ciclovías



El casco urbano de Valdivia no se parece a ninguna otra ciudad de Chile, y su condición fluvial es el elemento que explica esta singularidad. Desde su fundación, los españoles se dieron cuenta de que el modelo del damero no podía aplicarse aquí de la misma manera que en otras ciudades coloniales. El agua, los humedales y los cauces impusieron un límite natural que obligó a pensar la ciudad en diálogo con su entorno. Esa necesidad de adaptarse a los ríos no solo determinó su crecimiento urbano, sino que también moldeó la identidad de Valdivia: una ciudad que no puede existir de espaldas a la naturaleza. Este principio, que parece evidente, debiera ser el eje rector de cualquier proyecto de planificación contemporáneo. Sin embargo, la realidad muestra que muchas veces las autoridades diseñan políticas urbanas que ignoran la esencia misma del territorio.
El ejemplo más claro lo encontramos en la instalación de ciclovías. Se nos presenta como una medida moderna, alineada con discursos de sustentabilidad, pero su ejecución evidencia más improvisación que planificación. ¿Es realmente funcional promover la bicicleta en una ciudad donde la lluvia domina gran parte del año? ¿No debiera evaluarse primero la pertinencia de una medida antes de convertirla en infraestructura permanente? Lejos de resolver un problema de transporte, estas ciclovías generan nuevos conflictos: tacos, reducción de espacios vehiculares y peatonales, saturación en calles estrechas y una sensación de desorden urbano que afecta la calidad de vida de los vecinos.
La situación en calle Bueras, entre General Lagos y avenida Francia, es reveladora. En un tramo que concentra viviendas, comercio y tres establecimientos educacionales, la ciclovía se ha transformado en una barrera para la movilidad cotidiana. Los autos se aglomeran, los escolares deben sortear obstáculos en un entorno que debería ser seguro y las veredas, espacios que deben dar por un lado seguridad y por otro embellecer la ciudad, se deterioran. La supuesta solución ha terminado convirtiéndose en un problema mayor dando la imagen de un proyecto pensado sin considerar la realidad concreta de quienes viven y transitan a diario por la ciudad.
Este tipo de decisiones muestra un patrón preocupante que refiere a la tendencia a importar modelos urbanos sin reconocer las particularidades de la ciudad. Se trata de un error de fondo. Una ciudad fluvial, atravesada por cursos de agua, con calles estrechas y un clima riguroso, no puede regirse por recetas uniformes. Planificar la ciudad exige escuchar a la comunidad, observar el territorio y diseñar soluciones adaptadas a su contexto. Lo contrario no solo deteriora la movilidad, sino que erosiona la relación histórica de la ciudad con la naturaleza, ese equilibrio que constituye su identidad más profunda.
La crítica no es a la bicicleta ni a la movilidad sustentable, sino a la falta de visión integral. Si Valdivia quiere proyectarse como una ciudad moderna, debe hacerlo desde su particularidad, no desde la copia acrítica de modelos ajenos. El desafío es diseñar políticas urbanas que respeten tanto el entorno natural como a sus habitantes, porque de lo contrario se corre el riesgo de transformar una ciudad única en un espacio desordenado y hostil para quienes lo habitan.