Jueves 18 de diciembre de 2025 |
Publicado a las
10:42 | Actualizado a las 10:42
Salud y nuevo ciclo político: un país que no puede seguir esperando
Salud y nuevo ciclo político: un país que no puede seguir esperando
La democracia se ha vuelto a hacer presente en nuestro país, y Chile ha elegido a su próximo presidente, José Antonio Kast. Más allá de simpatías o diferencias, cada elección representa un momento de renovación, una oportunidad para encauzar los caminos del país y para fortalecer la esperanza de que los grandes temas que nos duelen puedan ser atendidos con seriedad y altura de miras. Entre todos ellos, la salud sigue siendo una de las prioridades más urgentes, porque lo que está en juego no es una idea abstracta, sino la vida y el bienestar de millones.
No se trata solo de listas de espera ni de hospitales desbordados. Hablamos de un sistema que no está dando abasto para cuidar a su gente: una atención primaria que resiste como puede, una salud mental cuya demanda crece de forma sostenida y cada vez más compleja, equipos clínicos y cuidadores familiares sobrecargados, y presupuestos que no alcanzan a cubrir lo básico ni sostener el año completo. La población lo sabe, lo vive. Y por eso este tema no puede quedar relegado.
La reciente discusión presupuestaria transparentó lo ya conocido: enfrentamos meses de incertidumbre, programas congelados, prestaciones retrasadas y una creciente sensación de abandono. La salud no puede depender del vaivén de prioridades políticas ni pelear migajas con otras carteras, pese a que estas también sostienen problemas y causas igual de justas. La salud es un derecho y debe ser respetado y respaldado financieramente como tal. La distribución de los recursos del Estado debe ser proporcional a la necesidad, al impacto en la vida de las personas y al rol esencial que cumple el sistema sanitario en el desarrollo del país.
Quienes trabajamos en salud no pedimos privilegios, sino ser escuchados. Asociaciones gremiales, sociedades científicas, organizaciones de pacientes, profesionales, dirigentes y comunidades tienen ideas y propuestas concretas sobre cómo avanzar. Aportar críticamente desde la experiencia y el compromiso no debe entenderse como oposición sin fundamento, sino como una forma responsable de contribuir al bien común. El nuevo gobierno tiene derecho a impulsar su programa, pero también tiene el deber de hacerlo con diálogo, evidencia y sentido de urgencia.
Desde el Colegio Médico, así como desde otras organizaciones, existe plena disposición para colaborar técnicamente, éticamente y en todos los espacios de diálogo que permitan contribuir a resolver los problemas de salud que enfrenta el país. Esa colaboración franca y constructiva puede ser una herramienta clave para orientar decisiones complejas y evitar errores que se pagan con vidas y sufrimiento.
En este proceso de cambio, también es justo reconocer que el gobierno que hoy termina su mandato ha tenido luces y sombras, avances y retrocesos, como los que también han tenido gobiernos anteriores, y como probablemente tendrá el que viene. Gobernar nunca ha sido tarea fácil, y los desafíos estructurales del sistema de salud requieren ampliar la mirada por sobre el sesgo político, dando continuidad a lo que se ha hecho bien, y corrigiendo con decisión lo que debe mejorarse.
En este escenario, no basta con buenos discursos ni con soluciones cortoplacistas. Es fundamental invertir con decisión en atención primaria, salud mental, formación de especialistas, infraestructura y estrategias reales para cerrar las brechas regionales. De lo contrario, seguiremos viendo cómo se deteriora la confianza en el sistema público, se profundizan las desigualdades territoriales y se posterga a quienes más necesitan una atención digna y oportuna.
Pero este desafío no es solo del gobierno. También es de nosotros como sociedad. Debemos exigir más y participar mejor. Fortalecer redes comunitarias, colaborar entre sectores, fiscalizar con responsabilidad y construir puentes entre el mundo técnico, político y ciudadano. La salud no se arregla solo desde una oficina: se transforma con voluntad, trabajo colectivo y decisión de poner a las personas en el centro.
Chile necesita un nuevo trato con su gente. Y ese trato comienza por cuidar mejor. El presidente electo y su equipo tienen hoy la oportunidad, pero también el desafío, de conducir un país que exige soluciones concretas, cercanas y realistas. Esperamos que su programa y visión de país se construyan sobre la base de cuidar lo avanzado, corregir lo necesario y avanzar con decisión en las soluciones comprometidas, o en aquellas que, a partir del diálogo técnico y social, deban establecerse.
El nuevo gobierno tiene ante sí la posibilidad de abrir un nuevo capítulo: uno donde las decisiones se tomen con responsabilidad, escuchando activamente a los actores pertinentes y actuando con decisión frente a las urgencias del país. Si opta por construir en conjunto, podrá avanzar con mayor solidez y legitimidad. Si no, corre el riesgo de carecer de las herramientas necesarias para franquear los desafíos que vienen, desaprovechando los talentos y saberes de quienes han sostenido la salud de Chile hasta ahora.
La salud exige ser prioridad, no promesa. Porque lo que está en juego no puede ni merece seguir esperando. Y Chile tampoco.







