Reparador de calzados de Valdivia Juan Carlos Leiva: Si estos oficios no se protegen se van a perder

Inserto en el histórico barrio Plazuela Berlín de Valdivia, Juan Carlos Leiva lleva doce años trabajando en la “Reparadora de calzados Leiva”, ubicada en Picarte #1702, en donde repara al rededor de 10 zapatos al día.

Atendido por su propio dueño, la “reparadora de calzados Leiva”, es una de las pocas reparadoras que van quedando en la ciudad de Valdivia. Juan Carlos Leiva lleva doce años devolviendole la vida a los zapatos que la gente le lleva a diario.

Este oficio lo aprendió a los diez años de la mano de su padre, quien llegó a Valdivia luego del terremoto de 1960, desarrollando este trabajo en reparadoras de la ciudad.

Para conocer un poco más de su historia, RioenLinea tomó contacto con Juan Carlos Leiva, en donde menciona que oficios como la reparación de calzados son parte de nuestra cultura y que si no se protegen en un futuro desaparecerán.

• ¿Cómo aprendió este oficio?

Lo aprendí de mi padre a eso de los 10 años, el fue zapatero oriundo de Corral, quien luego del terremoto se vino a vivir a Valdivia, trabajando en lugares como el puente y como ayudante en una reparadora. De el aprendí el oficio porque siempre trabajaba con el, cuando llegaba del colegio trabajaba un rato, en vacaciones de invierno y verano lustrando zapatos.

• ¿Cuáles son las técnicas que utiliza para la reparación de calzado?

Utilizo técnicas manuales, que precisamente es el área que se ha perdido bastante porque hay técnicas de arreglo que se han perdido con los mayores que se dedicaban a esto.

Por ejemplo, yo lo que nunca aprendí, y que hasta el día de hoy lamento no haberlo aprendido es coser pelotas de casco, porque antes eran de cuero, y se podían reparar pero tenían una costura diferente al resto. Me hubiese gustado haberlo aprendido porque todavía hay gente que pasa preguntando quién puede coser una pelota y lamentablemente no hay nadie.

• ¿Por qué cree que este oficio se ha ido perdiendo?

Cuando se abrió la economía del país comenzó a llegar mucho calzado de afuera, el cual venía con un costo mucho menor, y eso hizo que la industria del calzado en Chile se fuera abajo, las industrias se fueron a la quiebra y se perdió mucho personal en eso. Luego la gente se dedicó a otra cosa porque no era rentable trabajar en zapatos. Por eso quedaron los históricos, y hoy en día quedan, zapateros antiguos, creo que dos y son personas que bordean los 80 años.

• ¿Cree que en el futuro este oficio desaparecerá?

Así como vamos sí, porque nos hemos visto en la problemática de que hasta los materiales se han ido reduciendo, empresas que ya no están haciendo, por ejemplo el cambio de plantas, además que tienen un problema legal los acusaron de plagio por hacer plantas parecidas y son empresas muy grandes que ni siquiera hacen zapatos en Chile porque los mandan a hacer a la India o en China, en donde la mano de obra es muy barata, además no cumplen con las reglas ni las leyes y hacen trabajar incluso a niños.

Me gustaría comentarle a la gente que estos oficios no hay que perderlos porque es un oficio que pertenece al pueblo y a la gente, y en otras partes del mundo, países desarrollados estos oficios son protegidos por el Estado, el cual a través de minimizar los impuestos y una serie de cosas que son importantes. Estos oficios hay que protegerlos, sino simplemente se van a acabar, y es parte de nuestra cultura.

• ¿Cuáles son las diferencias entre esos zapatos y los que son hechos a mano?

Hay una diferencia enorme, diferencia que en la gente se ha perdido porque a veces no colocan en la balanza el significado de comprarse un zapato plastico que le van a durar una temporada, en cambio un zapato hecho a mano, la duración mínima será de siete años, entonces la gente no piensa que hará una inversión al comprarse un buen zapato de cuero hecho a mano, que sacando la cuenta uno se ahorra mucho dinero.