Nuestras fiestas patrias

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Nuestras fiestas patrias
Imagen de contexto
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Publicado por: Lorena Liewald Dessy

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Ha finalizado un fin de semana en el que los chilenos en las distintas regiones y latitudes hemos celebrado las fiestas patrias. Como cada año, las fondas y ramadas toman protagonismo. Se escuchan los sones de cuecas y tonadas. En aquellos lugares en los que las condiciones climáticas lo permiten, los volantines anuncian que ha llegado la primavera. Junto a ello, los desfiles y, por supuesto, la hermosa parada militar. En el fondo de cada uno de dichos escenarios, flamea nuestra bandera tricolor con la estrella solitaria.

Sin embargo, la polémica no ha faltado. Una de ellas surgió a raíz de la presentación en un establecimiento escolar de un baile que, según entendí, es propio de Venezuela. Fueron aparentemente tales las críticas que la madre de la menor salió en su defensa. El debate se encendió en redes sociales y en algunos medios, abriendo una discusión que, más allá de lo anecdótico, nos invita a reflexionar sobre la relación entre las tradiciones, los símbolos patrios y la identidad.

Creo que nada justifica la crítica a una persona por interpretar un baile. La crítica claramente apunta más bien al contexto y a la importancia de los símbolos en la construcción y mantención de nuestra identidad, la identidad de la nación chilena.

Anderson (1993) plantea que la nación es una comunidad política imaginada, es decir, una construcción social que se sostiene en relatos compartidos y en símbolos reconocidos por todos. En este proceso cobran fuerza, entre otros, la bandera, nuestro himno y, por supuesto, nuestros bailes. Cada nación tiene un conjunto de símbolos que la identifican y la diferencian de las otras

Chile, país que recibe a comunidades migrantes de diversos orígenes, no puede desconocer el valor del reconocimiento mutuo y del respeto por las expresiones culturales de quienes nos acompañan en nuestro territorio. Sin embargo, no debemos caer en el simplismo de relativizar nuestros símbolos, pues con ello corremos el riesgo de diluir nuestra memoria y, consecuentemente, nuestra identidad.

Quizás, el baile típico de esa pequeña, que causó cierta polémica y con el cual ella quiso mostrar y dar cuenta de su identidad, sería más apropiado, por ejemplo, en una fiesta de la interculturalidad.

Nuestro desafío está en encontrar un equilibrio entre la reafirmación de lo chileno, sin dejar de abrirnos al diálogo con otras culturas que enriquecen nuestro presente. Reconocer lo propio y valorar lo ajeno no son gestos contradictorios, sino más bien una manera de fortalecer una identidad nacional consciente de sus raíces y abierta a los tiempos que vivimos.

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