Nuestra memoria

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Imagen de archivo: Reina de Los Ríos 2019
Nuestra memoria
Imagen de archivo: Reina de Los Ríos 2019

Publicado por: Lorena Liewald Dessy

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Asumo que muchos leyeron la noticia sobre un episodio de violencia en el que estuvo involucrada una candidata a Miss Valdivia. No pretendo detenerme en ese hecho, sino en lo que me provocó leer el concepto Miss Valdivia. Inmediatamente vino a mi memoria una tradición que marcó durante décadas la vida de nuestra ciudad: el concurso Reina de Los Ríos, un certamen que acompañó las celebraciones de la fundación de Valdivia y que llegó a convertirse en una de sus postales más reconocibles.

El concurso no era simplemente un desfile de belleza. Era un ritual ciudadano que reunía a familias, barrios y comunidades en torno al río, nuestro principal referente geográfico y simbólico. Con todas sus luces y sombras, el Reina de Los Ríos se integró al imaginario colectivo y pasó a ser parte de nuestro patrimonio cultural inmaterial, que corresponde al conjunto de prácticas y recuerdos compartidos que han ido tejiendo nuestra identidad.

El concurso Reina de los Ríos fue eliminado y con ello se interrumpió, abruptamente, una tradición que, aunque discutible en algunos aspectos, era parte de la memoria de la comunidad. En lugar de abrir un debate sobre cómo transformarlo o resignificarlo, se optó por suprimirlo, rompiendo un lazo de continuidad con el pasado.

Cuando una tradición es eliminada sin espacio para la reflexión, no se resuelve el problema de fondo, sino que se genera un vacío. La identidad cultural no se construye a partir de borrados, sino de procesos de cambio que reconocen la herencia recibida. El Reina de Los Ríos pudo haber sido reformulado, adaptado a nuevas sensibilidades, convertido en un símbolo renovado de nuestra relación con el río y con la ciudad. En cambio, su eliminación dejó la sensación de que se interrumpió un patrimonio compartido.

Esa interrupción no solo nos priva de un recuerdo festivo, sino que empobrece la memoria de Valdivia. Porque lo que define a una comunidad es la capacidad de dialogar con sus tradiciones, incluso aquellas que necesitan transformarse para seguir teniendo sentido.

Reconocer la pérdida no significa idealizar el pasado, sino comprender que nuestras costumbres forman parte de un tejido cultural en permanente cambio. El desafío está en cómo transformarlas sin negar su valor histórico ni romper los vínculos de memoria que nos definen como valdivianos.

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