Sábado 06 de septiembre de 2025 |
Publicado a las
12:02 | Actualizado a las 12:06
Hablar puede salvar vidas: prevenir el suicidio es una tarea colectiva
Hablar puede salvar vidas: prevenir el suicidio es una tarea colectiva




Cada 10 de septiembre conmemoramos el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha que nos invita no solo a recordar con respeto a quienes han partido, sino también a reflexionar con urgencia sobre nuestra responsabilidad compartida con este tema.
Volvemos a enfrentar una verdad incómoda: seguimos llegando tarde. El suicidio es una realidad silenciosa, muchas veces evitada en el discurso público, pero que se vuelve cada vez más difícil de ignorar. Afecta a personas de todas las edades, y lo hace sin distinción. Cada caso es una vida interrumpida, una comunidad herida, una familia que queda con preguntas sin respuesta.
En la Región de Los Ríos, la situación es especialmente delicada. Según datos de la Seremi de Salud, nuestra región tiene una de las tasas de suicidio más altas del país: 14,29 por cada 100.000 habitantes. Solo en 2024, el 70,6 % de los intentos de suicidio registrados fueron realizados por mujeres, y de ellas, un 59 % tenía entre 15 y 29 años. Estas cifras no son solo estadísticas: son señales de alerta de una crisis que exige una respuesta multisectorial decidida.
Como médicos y médicas, vemos con frecuencia las consecuencias de un sistema que no logra acompañar a tiempo. La red de salud mental está debilitada, los equipos de atención primaria trabajan al límite, y los servicios de urgencia se han transformado en el último contenedor posible ante crisis de salud mental. Todo esto ocurre mientras muchas personas viven su dolor en silencio, aisladas por el estigma, la incomprensión o la falta de apoyo.
Particular preocupación genera la salud mental infantojuvenil. Niñas, niños y jóvenes crecen muchas veces sin espacios seguros para expresarse, bajo presiones invisibles, expuestos a múltiples formas de violencia o abandono, sin adultos significativos que puedan ofrecer contención real. En esos contextos, el riesgo se vuelve mucho más que una posibilidad y en nuestra región este fenómeno ya no puede ser tratado como un tema marginal.
También es necesario remirar las condiciones de vida y trabajo que muchas veces actúan como determinantes silenciosos del suicidio. La precarización laboral, la sobreexigencia, el aislamiento y las violencias estructurales o interpersonales generan contextos de profundo malestar emocional. No podemos hablar de salud mental sin hablar del entorno que habitamos y construimos. Promover vínculos más sanos, espacios laborales dignos y comunidades libres de violencia también es una forma concreta de prevención.
Hablar del suicidio no lo provoca. Lo que lo profundiza es el silencio, la negación y la ausencia de redes. Prevenir requiere romper con el tabú, formar referentes significativos, actuar con oportunidad y dotar a las comunidades de herramientas reales para cuidar a quienes atraviesan momentos difíciles. Porque muchas veces, lo que hace la diferencia no es un tratamiento sofisticado, sino alguien que mira, que pregunta, que escucha.
Por eso, cada iniciativa que apunte a fortalecer la prevención, con una mirada comunitaria y sostenida, es bienvenida. En ese sentido, la reciente aprobación del proyecto “Voces que Sostienen: Formación de Gatekeepers para la Prevención del Suicidio”, impulsado por la Seremi de Salud de nuestra región, representa un paso en la dirección correcta, si se aborda de manera responsable. Este programa busca capacitar a personas claves dentro de las comunidades, especialmente en comunas donde se concentran altos índices de intentos de suicidio, para que puedan identificar señales de riesgo, brindar apoyo inicial y activar a tiempo la red de salud mental. Esto resulta de vital importancia en lugares más extremos y alejados de nuestra región donde el acceso a acompañamiento por profesionales se ve dificultado.
También implica asumir nuestra propia responsabilidad, como personas, familias y sociedad. Frente a un sistema de salud mental sobrecargado, necesitamos reforzar el compromiso cotidiano con el cuidado. Padres, madres, cuidadores, docentes, líderes comunitarios: todos podemos ayudar a evitar que alguien se hunda en el silencio. Eso implica estar presentes, evitar la soledad, construir vínculos protectores y también levantar alertas sobre el uso de redes sociales, su impacto en la autoestima y en la salud emocional de nuestras juventudes.
La prevención del suicidio no puede descansar exclusivamente en los equipos de salud. Es un compromiso transversal, que requiere del sistema educativo, de las familias, de las instituciones, de los medios de comunicación, y sobre todo, de una comunidad consciente. Hablar puede salvar una vida. Escuchar puede sostener una historia. Actuar a tiempo puede transformarla.
Quizás hoy estamos lejos del ideal que quisiéramos en salud mental, pero no estamos inmóviles. Hay caminos posibles y voces que ya se están levantando. Avanzar es posible si lo hacemos en conjunto, con respeto, convicción y voluntad de construir una región donde vivir sea siempre una opción digna, y cuidarnos entre todos sea una prioridad.
Prevenir el suicidio es cuidar la vida. Y esa es, quizás, la tarea más importante que tenemos como sociedad.