El día y sus sombras, violencia durante la rutina urbana

El día y sus sombras, violencia durante la rutina urbana

El día y sus sombras, violencia durante la rutina urbana
Imagen de contexto | Pixabay
El día y sus sombras, violencia durante la rutina urbana
Imagen de contexto | Pixabay

Publicado por: Lorena Liewald Dessy

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La violencia siempre impacta, pero cuando ocurre durante el día, mientras las familias, regresan a casa, adquiere una mirada distinta.

Lo que sucedió en nuestra ciudad, el viernes recién pasado cerca de las 17:00 horas, en un sector considerado seguro, al lado de un colegio, no solo impactó por la pérdida de una vida, sino porque quebró una de las certezas más arraigadas en la cultura urbana, la idea de que el peligro habita la noche y que la rutina diurna nos protege. Cuando la violencia irrumpe en ese horario, lo que se desestabiliza no es solo el espacio, sino el tiempo social con el que organizamos nuestra vida cotidiana.

La tarde, asociada a la salida de clases, a los trayectos tranquilos y al reencuentro familiar, se transforma súbitamente en un escenario de miedo. La ciudad, que horas antes parecía amable, ordenada y predecible, comienza a sentirse frágil. Las calles ya no se recorren igual, se aceleran pasos, se miran más las esquinas, se reducen actividades simples como caminar, esperar locomoción o dejar que los niños se desplacen solos. Así, un hecho puntual genera cambios profundos y duraderos en la percepción colectiva.

Este tipo de violencia rompe la frontera imaginaria entre aquellas zonas que la comunidad identifica como seguras de aquellas identificadas como inseguras o peligrosas. Ello visibiliza que la seguridad no depende únicamente del nivel socioeconómico del barrio. También evidencia que la presencia del Estado, a través de la prevención, iluminación, patrullaje, debe pensarse más allá de los horarios y rutinas tradicionales. Cuando la violencia ingresa en las horas más cotidianas, no solo desafía la acción policial, desafía nuestra confianza con en el espacio público.

La ciudad cambia cuando la violencia se instala en la luz del día, pero también puede cambiar cuando las personas deciden habitarla con responsabilidad, cuidado mutuo y organización. Porque la verdadera fortaleza urbana no radica en negar lo ocurrido, sino en construir un entorno donde la vida cotidiana vuelva a sentirse posible y donde la confianza, poco a poco, se reabra camino.

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